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JUSTIFICACIÓN 
 

Durante mucho tiempo los estudios territoriales se han llevado a cabo bajo marcos interpretativos que apelan a una perspectiva autorreferencial, donde los ámbitos espaciales se consideran predefinidos y se enfatiza el análisis de su organización interna desde alguno de sus componentes, a partir de ello se estudia una diversidad de problemas “territorializados”, generalmente desde sus dimensiones social, económica, cultural, política y ambiental. Ello ha dado lugar a un sesgo ampliamente difundido de localismos, regionalismos y nacionalismos metodológicos. Sin embargo, en los últimos años ha emergido una corriente de interpretación que explica los territorios desde las múltiples interacciones de sus componentes y los vínculos que despliegan en distintas escalas. Esta perspectiva ha alentado investigaciones que sugieren una manera comprehensiva de entendimiento del territorio y los procesos de desarrollo territorial.


La idea de la globalización se aproximó, en su momento, a esta perspectiva al poner mayor atención a los procesos que se despliegan en una red de conexiones alrededor del mundo. Ello motivó interpretaciones que derivaron en un cierto “cosmopolitismo metodológico” al sobredimensionar el papel de procesos y actores trasnacionales; derivado de ello se subrayó la necesidad de abordar cómo los procesos a escala mundial afectaban las dinámicas subnacionales locales/regionales y también en sentido inverso, es decir cómo los ámbitos locales y regionales construyen articulaciones exógenas. En un intento de tipificar éstas formas de articulación recíproca entre lo global y lo local surgieron neologismos como el de “glocalización”. Una variedad de temas han sido abordados desde esta perspectiva, entre las que sobresalen el papel de las organizaciones supranacionales, los procesos regionales de integración de los mercados, los campos migratorios trasnacionales, las inversiones y cadenas de valor transfronterizas, entre otros. Recientemente, la emergencia de las políticas de securitización, las medidas neoproteccionistas y la intensificación de estrategias de contención migratoria transfronteriza, han advertido los límites y contradicciones de varios de estos procesos, lo que ha puesto en cuestionamiento algunos de los fundamentos neoliberales del orden mundial que se había construido en las últimas cuatro décadas. 


El enfoque relacional en las ciencias sociales, particularmente en los estudios territoriales, no soslaya la importancia de mantener una escala global de referencia, considerando que la sociedad es atravesada por distintos fenómenos que se despliegan a nivel mundial, sin embargo, la originalidad de esta perspectiva es el reconocimiento de las interacciones entre los sujetos sociales y de éstos con sus entornos. Derivado de ello, se ha promovido una agenda de investigación en temas relacionados a las redes de agentes, estrategias de cooperación y acción colectiva, ambientes de innovación, modelos de gobernanza y arreglos instituciones, así como sistemas productivos locales, estrategias de cohesión territorial, sistemas socio-ecológicos, entre otros. Varios de estos temas tienen en común un claro interés por adentrarse a la comprensión de los complejos entramados socio-espaciales, pero también plantean su interés en las estrategias de desarrollo territorial y las prácticas de sostenibilidad socio-ambiental. Estas propuestas, que se asocian a los procesos de interacción en, desde y a través de los territorios, están marcando algunas de las pautas que actualmente se observan en los estudios del desarrollo regional y territorial, razón por la cual se consideró referente central para el Encuentro Anual de la AMECIDER en su vigésima quinta edición.


Cuando se acordó esta orientación del Encuentro, a principios de marzo de 2020, todavía no se había previsto el alcance del COVID-19 en México; la intensidad y ampliación alcanzada por dicho fenómeno, durante los meses subsiguientes, lo ha hecho trascender hasta convertirlo en el centro de atención de la mayor parte de la población del planeta, esta situación hizo inevitable plantear una consideración sobre el mismo en aras de redimensionar el significado que representa para nuestro Encuentro. 


La contingencia sanitaria nos ha recordado que vivimos en una sociedad de riesgo global y demuestra cómo situaciones críticas, generadas por un solo evento, desatan una multiplicidad de procesos, incluyendo decisiones políticas que trastocan la vida cotidiana y el devenir de millones de personas. En este contexto, la dimensión territorial se vuelve relevante en la medida que los impactos de la pandemia se comportan de manera distinta en los entornos en que vivimos. El complejo patrón de afectaciones locales y regionales ha planteado formas diferenciadas en el afrontamiento, en las estrategias de desconfinamiento y los mecanismos de reactivación socioeconómica de los territorios. Justo por lo anterior, las variadas formas de vulnerabilidad, de resistencia y resiliencia de los territorios se vuelven asuntos clave para comprender y evaluar la pandemia, pero también para diseñar las medidas de recuperación. Los entornos que habitamos, nuestros espacios de vida, de trabajo, de convivencia,  representan una dimensión fundamental para repensar nuestro presente y futuro. Justo porque los territorios son un reflejo de la forma en cómo construimos, transformamos y organizamos el medio que nos rodea, resulta una dimensión estratégica para reflexionar sobre formas de ser y actuar que generen certidumbre a las comunidades en sus distintas escalas.

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